«Cuando se fue a buscarlo me quedé lidiando con el pago. Levanto la vista y tengo un perro en la cara. No tuve oportunidad de mirarlo bien, sólo vi que era blanco. Lo llevé al auto, lo acomodé, se dio vuelta y me miró. Pensé: ‘qué distinto se ve, ¿me lo estoy imaginando?'», contó la mujer.
Para más seguridad Tykesha llamó a su novio, Quinn, quien le sugirió que no se fuera a su casa con el perro. «Creo que ese no es Lucky», le dijo el hombre.
El patrón de pelaje, aunque blanco, no era el mismo. Las almohadillas de las patas no tenían el color rosado del cachorro sino que eran callosas, como las de un perro adulto.
Tykesha se bajó de su auto y llevó al perro hasta el local: en la puerta la saludó la misma recepcionista con un dulce «¡Hola, Bentley!».
«Definitivamente sentí alivio cuando me reencontré con Lucky», contó la mujer, que además compartió el episodio en Facebook y logró la risa de sus contactos al notar la desconfianza con la que Bentley la miró cuando todavía estaba en el lugar del cachorro de la suerte.